Sentirse solo, sentir el vacio que trae el viento que no sopla, que no tiene fuerza para reanimarnos. La vida es una desagraciada, o mejor dicho, el dios aquel que me inculcaron es un maldito sicópata que se encarga de jugar con las personas, a mí no me afecta en lo mas mínimo, la soledad que he buscado es mía y de nadie más, no es producto de algún desorden divino, ni social, en realidad los grupos y subgrupos que se organizan dentro de esta sociedad me dan asco, como dice E. M. Cioran en una de sus frases “Ignoro totalmente por qué hay que hacer algo en esta vida, por qué debemos tener amigos y aspiraciones, esperanzas y sueños”. No es que yo sea un don nadie, tengo muchas cosas que hacer pero en realidad, solo son el entretenimiento en este camino tan desquiciante y aburrido.
Me aburro fácilmente de todo y busco el espacio de la nada para estar conmigo mismo, a gusto, sin interrupciones, deseo que los días sean brillantes, llenos de color y del silencio una comunicación. Mi capacidad de adaptación es muy buena, puedo aparentar ser bueno, ser honesto, ser un modelo social, pero en realidad, solo soy la imagen de un neoermitaño.
Odio lo que significa la iglesia, odio lo que significa ser algo importante para la sociedad, odio escribir para que alguien reflexione, odio escribir también para que solo lean, odio mi ligereza el misógismo que contemplo en mi espejo, odio lo que tengo en mi bolsillo, lo que tengo en mi cefálico físico.
Soledad, gracias por acompañarme, aunque también te desprecio.
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